sábado, 6 de febrero de 2010

Capítulo V - Una experiencia profesional

A fines de 1971 o principios de 1972 en una de las reuniones de Audas, tuve la oportunidad de conocer a Pedro Gonzalez, un Submarinista Profesional, que había vuelto de Francia para radicarse, trayendo los más sofisticados equipos de la época, para todo tipo de actividad. Había sido un competidor que había participado por Uruguay en el Campeonato Mundial de Caza Submarina de Rio de Janeiro en 1963, en el que tuvo un accidente del que supo sortear la muerte, ya que cuando estaba sumergido en una cueva profunda, tratando de cazar un Mero, se le reventó uno de los tímpanos por no poder descomprimir, quedó perdido, pero se sobrepuso y pudo llegar a la superficie. Entusiasmado por la visita de Jacques Cousteau a Uruguay, se presentó a éste, y dejó el Brou y su oficio de carpintero, para irse a Francia, dedicándose a trabajar de buzo profesional, en distintas empresas, entre ellas la Comex de Marseille, y hasta el Museo Oceanográfico de Mónaco, donde tuvo la oportunidad de servir ni más ni menos que al mismísimo Capitán Cousteau.
Un día me encontré en la explanada de la Intendencia con Ego Tato, que había sido mi entrenador en la preparación del equipo de Caza Submarina que iba a participar en el Sudamericano en Puerto Madryn. Era salvavidas de la Intendencia, y nos estrenaba tres veces por semana en la playa Carrasco, ya que el estaba de guardia ahí, a su vez supervisaba los entrenamientos en pileta que hacíamos en el Club Brou, en las pruebas de competencia en Isla de Lobos, y en los entrenamientos de pesca en La Paloma e Imbituba (Sta.Catarina). Me contó que Pedro necesitaba un buzo, para poder cumplir con un contrato para hacer un relevamiento del espesor de la capa de lodo por donde se iban colocar los pilares que soportan hoy el colector sub-acuático. La oportunidad de acompañarlo en ese trabajo a este aventurero en calidad de ayudante, despertó en mí las fantasías, como cuando había visto la película Los Aventureros de Ventura y Delon, o los documentales de Hans Hass y Jacques Cousteau. Una vez me contacté, tuvimos una entrevista en su casa, y luego de ponernos de acuerdo empezó a interiorizarme sobre los equipos que usaba, técnicas, y en qué consistía el buceo profesional.
La previa.
Estas reuniones dieron oportunidad para que me contara infinidad de anécdotas originadas en sus actividades de buzo profesional, en Marsella, París, y en el Museo Oceanográfico de Mónaco, donde tuvo la oportunidad de servir ni más ni menos que al mismísimo Jacques Cousteau.
Obviamente que sus anécdotas versaban sobre tareas de inspecciones y reparaciones internas de tuberías de desagües, soldaduras y cortes a soplete, trabajos en medios tóxicos, uso de explosivos, retiro de obstáculos en medios reducidos, etc.,etc., esas historias no no eran ni más ni menos, que esquivar increíblemente la muerte en situaciones límites, por tratarse de un entorno tan desfavorable.
Desde el primer momento quedó claro que mi actuación iba a limitarse a estar presente para cumplir la cláusula del contrato, así que lo mío iba a ser observar, aprender, y ayudar en tareas sencillas, propias de un aficionado al buceo. Puerto Buceo.
El proyecto se inició una mañana, salimos del Yatch Club del Buceo, en una lancha alquilada, en esa oportunidad y en la siguiente el agua estaba calma, pero totalmente tapada, y mi actuación se limito a sumergirme en apnea hacia el fondo, y determinar al tacto si era de roca o barro.
En ese invierno eran tantas las partículas en suspensión que había, que el uso de una linterna era totalmente inútil.
Trabajo con La Armada.
Luego se definió una tarea más compleja, para la que se contrató la PR11 de la Armada, se había decidido empezar a medir la capa de lodo, hasta encontrar piedra o "barro duro", para lo que se utilizó la técnica de introducir la famosa "lanza Galeazzi", como punta enroscada a varias secciones de caños metálicos, que en la superficie estaba conectado a un compresor que se suministraba aire o agua.
Había que llegar al fondo (profundidad mínima 8 metros), utilizando equipo semi-autónomo, calcular a ciegas que dicho caño quedara perpendicular al fondo, y entonces se empezaba a introducir, y en la medida de que no hubiera resistencia, se iba agregando más secciones de caño metálico, obteniendo mediciones de entre 8 y 11 metros de capa de lodo. Era muy complicado poder salir a realizar el trabajo, ya que se tenían que dar condiciones excepcionales, por el manejo del equipo a introducir, no sólo eran un impedimento las olas, sino que también las corrientes. Ya teníamos coordinado que cuando se pronosticaban condiciones favorables, Pedro me llamaba la noche anterior, y a la mañana siguiente me pasaba a buscar a las 5am, junto con un asistente que le proporcionaba un apoyo logístico, un Jeep y un trailer donde iban todos los equipos, y de mi casa partíamos hacia el Servicio de Hidrografía de la Armada. Concurrimos en varias oportunidades, los Oficiales siempre fueron muy amables con nosotros, y se había un vínculo de camaradería y confianza. Si del puerto confirmaban que el mar estaba calmo, entonces se pasaba toda la carga del trailer a un furgón de la Marina, y partíamos con un chofer y un Capitán hacia el hasta el Puerto de Montevideo, pasábamos el control de los Fusileros de la Armada para ingresar al muelle, y de ahí atravesábamos otras embarcaciones para llegar a la PR11. Tuvimos dos intentos frustrados antes de ir a puerto. La primera vez que informaban desde el puerto que podíamos salir, después de embarcar y llegar a la zona de relevamiento, no se pudo realizar el trabajo por las corrientes que habían, unos días las mismas condiciones, y otro intento frustrado, al regresar a puerto, los Oficiales nos invitaron a su comedor, en una de las embarcaciones mayores. El día “D”. Un día me llama la esposa de Pedro, para avisarme que al día siguiente estaban pronosticadas condiciones muy buenas, por lo que me preparara ya que me iban a pasar a buscar. Llegaron como siempre en hora, y me llamó la atención que el que bajo a tocarme timbre fue su asistente, al igual que la llamada la hubiera hecho su esposa, después de cargar la bolsa de mi equipo, subo al vehículo y me encuentro que Pedro esta sumamente abrigado, y me dice que está engripado y no le baja la fiebre, pero que tenemos que ir igual, ya que sino estaría incumpliendo el contrato, así a cruzar los dedos y rezar para que no podamos salir, a pesar de que me mejore. Al llegar al Servicio de Hidrografía, ya tenían "bandera verde", y nos esperaban para salir inmediatamente hacia el puerto, y así lo hicimos, yo preocupado como siempre porque estábamos en época de enfrentamiento con los Tupas, desde adentro del furgón mi imaginación me llevaba a ver los agujeros que iban dejando las ráfagas de metralleta de los subversivos, era un alivio cuando llegábamos al puesto de los Fusileros, a pesar del desprecio y desconfianza con que nos miraban incluso a los uniformados, con los que el trato verbal podría calificarlo de "violento". Salimos finalmente del puerto, y nos dirigimos al primer punto a relevar, después de anclar bajaron una embarcación menor, que a su vez anclaron, y a ella bajaron todos los equipos y nosotros tres. Un día soleado, el mar quieto, "liso", sin corrientes, el mejor día de ese invierno, pero Pedro apenas podía hablar, "sigo con fiebre y vas a tener que hacer el trabajo vos", yo un inconsciente de 21 años que me creía experimentado pichón de Cousteau, por haber llegado en Imbituba a 20 metros de profundidad buceado en apnea, no tenía idea cabal de lo que me esperaba allá abajo. Después de su anuncio, lo que siguió fue una lluvia de instrucciones sobre que debía hacer, lo que no, y los peligros a que me exponía. Así que no debía jamás soltar la boquilla porque si le entraba agua, después se me iba a los pulmones, tenía que bajar siempre en posición vertical, sin soltarme de la cuerda que me llevaba al ancla de la embarcación de apoyo, para subir tenía que hacerlo sin soltarme siguiendo la cuerda que sujetaba la lanza Galeazzi, que estaba junto a la del ancla, si subía libremente en plena oscuridad, podría golpear con mi cabeza con el instrumento que mide la velocidad de la embarcación, que estaba sumergido debajo de la PR11, que tiene la forma de un avioncito con bordes afilados, y mi cabeza se abriría al medio, el mismo riesgo si golpeara contra las hélices, aparte de que por estar buceando con equipo semi-autónomo, de mi espalda salía una manguera por la que me suministraba aire filtrado el compresor, y una cuerda de seguridad, las que podían llegar a engancharse en las mismas, etc., etc. Todas estas instrucciones que fueron muy bien dadas, no por ello dejaron de ser una improvisación imprevista, lo correcto hubiera sido que antes de iniciar este proyecto, me hubiera adiestrado en el uso del equipo, y hacer un simulacro del trabajo a realizar en alguna laguna, por sus aguas calmas. Supuestamente preparado, con todo el equipo colocado Ok, inicié la primera inmersión, ni bien empecé a bajar asido a la cuerda del ancla, en forma vertical con la cabeza hacia arriba, de ver agua marrón, pasé a la oscuridad absoluta, era como una ceguera total, nunca había sentido algo igual. Llegué al fondo y empecé a hacerme una composición mental de lo que me rodeaba, a pesar de mi inconciencia, mi espíritu de supervivencia me decía que estaba en el lugar equivocado, una película de probables accidentes se proyectaba en mi mente, desde palangres a la deriva, cuerdas, lingas de acero, el veneno de las púas de los Bagres Sapo o de los aguijones de los Chuchos, etc., Todos esos peligros podrían estar ahí, a centímetros, pero yo no veía nada, ni podía hacer nada pera evitarlos, la decisión estaba tomada, esto me superaba, el pequeño pago pactado no lo justificaba, tampoco mi espíritu aventurero, mi orgullo, nada lo justificaba, no era justo que me pusieran en esta situación, era un novato para esta tarea. La decisión. Volví a la superficie para informar y recibir nuevas órdenes, mi intención era comunicar que abandonaba, y cuando miro hacia la PR11 veo al capitán, oficiales, y marineros, todos mirándome desde que emergí del fondo, era el centro del espectáculo, el representante de todos ellos ante el mar y sus misterios, el desafiante del mito griego de que el mar se traga los hombres. Renunciar en ese momento significaría una cobardía, defraudar a todos los espectadores, desperdiciar todos los gastos que implico desplazar esa embarcación, no tenía como zafar a medias, lo hacía o no lo hacía, y decidía asumir el reto. En la siguiente inmersión tenía que introducir los caños de hierro con su punta Galeazzi en el fondo, en forma perpendicular, ya adaptado a la oscuridad total, y superado el miedo porque estaba jugado a lo que pudiera pasar sin otra alternativa, se me ocurrió acostarme en el fondo, como si estuviera en el living de casa, y así calcular bien esa “perpendicularidad”, para que la medición fuera lo certera posible. El instrumento se iba abriendo paso en el lodo de una manera increíble, era como meter una cuchara en un flan, y en la medida de que no hubiera resistencia, lo seguía sumergiendo, cuando se agotaba el caño, había que parar para que agregaran más secciones desde la superficie, cuando ya no se hundía más, se infería que se había llegado a una capa de roca o barro duro, les avisaba, y entonces se retiraba desde la superficie y se tomaba nota de la longitud de caño introducida. Estos procedimientos se repitieron en varios puntos en la jornada, obteniendo medidas que iban desde los 8 hasta los 11 metros. El día después. Esta aventura terminó aquí, poco tiempo después me llamó Pedro para ofrecerme un nuevo un trabajo que implicaba bucear de lunes a viernes, tres horas de mañana y tres de tarde. Se trataba del proyecto de la parte de ventilación de la futura Central Eléctrica Batlle, la tarea de subacuática era de apoyo para la colocación de bloques de piedra o hormigón en la bahía, frente a la central, en donde se apoyarían los caños de circulación del agua marina, desde y hacia la bahía. El trabajo del buzo dijo era sencillo, una grúa cargaba los bloques desde tierra, y mi tarea consistía en ir guiando por teléfono submarino al operador de la grúa, de tal manera de que los bloques quedaran colocados formando un perfecto “empedrado”. El contrato sería directo con la empresa Saceem, y el salario equiparado al de Oficial metalúrgico. Después de pensarlo, y consultarlo con amigos, le respondí negativamente, y no volvimos a vernos más. Supe que después de terminar este trabajo, estuvo afectado al proyecto de la Boya petrolera de José Ignacio. La responsabilidad. Hoy a la distancia, el recordar estos episodios de mi vida, me generan sentimientos encontrados, por un lado el agradecimiento por la oportunidad que se brindó y confianza que se depositó en mi persona, las enseñanzas y temple que me dejaron para enfrentar situaciones límites, pero también me doy cuenta de que exponerme a tales riesgos, fue un acto de irresponsabilidad, que me podía haber costado la vida, y todo por una decisión equivocada, error que yo nunca cometería, ya que por un beneficio de lucro, jamás cometería el abuso de mandar “a la guerra con un tenedor”, a un joven inexperiente. También tengo presente, de que por lo que conocí de Pedro (lo apodaban “el loco”), creo que no lo concientizaba de esa manera, para él eran cosas sencillas, un motivo de vida, como cambiar la rueda de un auto, o andar en bicicleta, lo que me hace descartar malas intenciones. El futuro. Con toda la experiencia adquirida, sentí que había un horizonte muy prometedor, mis futuro lo veía en aguas de la polinesia, o del mediterráneo, pero como todo tiene un comienzo, y dado que los de mi generación, por formación, fuimos mayormente admiradores del estilo francés, hacia allí apuntaba mi proa. Pero algo más grande e imprevisto invadió mi vida, y todo mi espíritu aventurero se enfocó en otra dirección, digamos que me “tiré al agua”, pero en tierra firme.

jueves, 4 de febrero de 2010

Capítulo IV - Imbituba, final de la preparación.

La preparación para el viaje a Imbituba estuvo muy conversada en las reuniones de Audas, hubo diversos criterios para encararla, y como siempre a los uruguayos por vicio nos cuesta unirnos para un fin en común, quizás por falta de disciplina y humildad, esto no escapó a la regla, y no se cumplieron los planes que el entrenador había delineado, para poder llegar al objetivo.
Era el punto culminante de la preparación, allí se comprobaría si el nivel que teníamos era el adecuado para participar de la competencia sudamericana, aunque la temperatura del agua no se asemejaba a la de Puerto Madryn.
Nos dividimos en grupos, el mío lo integrábamos con Dilamar Izquierdo, Alberto García, y Juan Formoso, ofreciendo este último ir en su Jeep Willys.
Ego Tato y un amigo, coordinaron con Chiesa para ir en su auto, y juntarse con nosotros.
Jorge Machado y Roberto Turcatti junto con dos más, se organizaron para ir en ómnibus directamente a Florianópolis, a acampar en Barra da Lagoa, y después ir a encontrarse con el resto en Imbituba.
El grupo de los Giuria era el más numeroso, ya que Pacha y Fredy iban en vehículos con sus respectivas familias.
No sé quienes salieron primero, pero no dudo que nosotros hayamos sido los que demoramos más en llegar, no sólo porque el Jeep no iba a más de 70 km por hora, sino que parábamos en cuanto lugar se nos ocurría, por la aventura conocer, sin ningún apuro por llegar.
Salimos al anochecer, y al amanecer entramos en la ciudad de Río Grande, ya que Dilamar quería aprovechar para saludar a una familia amiga, después fuimos al museo del mar, en el cual había una pieza en el medio del salón principal, que era una cabeza de pez similar a una humana, en forma y tamaño, dentro de una gran bollón de vidrio, que realmente me dejó impresionado.
Seguimos camino pasando por Pelotas, y de noche entramos en Porto Alegre, estuvimos recorriendo toda la ciudad, con la idea de conseguir un lugar para dormir, la intención era llegar a lo que pensábamos debía ser el centro de la misma, lo divisábamos a tres cuadras, pero las calles flechadas no nos permitían llegar al mismo, nadie te sabía explicar nada, no se si no nos entendían, lo que si recuerdo claramente es que en vez de hablar parecía que ladraban, al igual que la señora que habíamos visitado en Río Grande, una mezcla de lenguaje de perro con el de cotorra. Estábamos abatidos, perdidos como en un laberinto de vidrios y espejos.
Después de dos horas de intentos desistimos, y continuamos con el viaje saliendo de la ciudad, la idea era salir hacia la costa, pasar por Torres, y de ahí seguir camino hacia el norte, preguntamos y no nos entendieron o nos guiaron mal, en definitiva tomamos un camino errado y salimos a una playa, y el camino seguía sobre la misma, ya era medianoche y nos encontramos con grupos de gente vestida de blanco danzando y cantando alrededor de fogones, se sentían sonidos de tambores, mientras danzaban, muchos iban tomando cerveza directamente de las botellas, paramos para observar el espectáculo que para los cuatro era inédito, nos empezaron a mirar con cara de pocos amigos, y seguimos camino.
Finalmente se terminó el transito por la arena, y continuamos por carretera, encontramos un lugar con una banquina bastante ancha, y ahí hicimos un alto para dormir, yo puse en el suelo el improvisado sobre que me había hecho mi madre con una frazada antigua de matices marrones, y descanse varias horas hasta el amanecer.
Continuamos camino a Imbituba y cuando llegamos encontramos ya instalada toda la familia Giuria en carpas estructurales, al lado del hotel que quedaba en la entrada a la playa, realmente parecía como que habíamos llegado a una playa de Hawai, por las construcciones, la vegetación, la arena, el mar, sus las islas, el clima, y por sobre todo la buena onda de los lugareños.
Había otra pareja de uruguayos, era una amigo de Juan de apellido Rios, que había llegado el día anterior con su novia, el grupo de Ego Tato y los padres de Alberto ya estaban en camino, así que se trataba casi de una invasión de uruguayos!!.
Por conocimiento con un lugareño que nos iba a ayudar, nos dirigimos a su cabaña que estaba ubicada en el extremo norte de la playa, cuando llegamos nos atendió su hija, y nos dijo que los esperáramos, y fue a buscarlo al pueblo, ahí nos quedamos observando el lugar, aparte de la cabaña tenía un galpón de madera con cuchetas donde guardaba una embarcación de pesca, y otro galpón que no tenía techo, ambos a unos dos metros de la playa, pero sobre terreno más elevado, con muchas piedras y vegetación.
Cuando llegó, resultó muy amable al igual que su hija, nos ofreció que usáramos los galpones para dormir, y ahí nos quedamos, instalamos la carpa que había llevado Juan en la zona de arena.
Aparte del lugar, nos prestaron cocinilla, cacerolas, platos, vasos, cubiertos, etc.
Al rato de estar instalados, apareció en escena el amigo de Juan con su novia, en forma dramática nos compartió que por el problema de que todo era más caro de lo que se pensaba, no podía alquilar en el hotel, y nadie se se había solidarizado con ellos, ante esta situación Juan les ofreció la carpa, y no dudaron en aceptarla, dado que para nosotros también era caro el hotel y estábamos cuidando nuestras economías, decidimos dormir la primer noche en el galpón sin techo, obviamente el clima lo permitía.
A partir de ese día Rios y la novia se sumaron a nosotros, para compartir el tema de la comida, aprovechando que teníamos todo para cocinarnos, a que él sabía hacerlo, con los peces que nosotros íbamos a cazar podía preparar diversos platos, el acuerdo era beneficioso para todos, sumado a las muchachas que se empezaron a arrimarse a nosotros nos ayudaban a lavar todo lo que ensuciábamos, conclusión estábamos en el paraíso, sólo teníamos que dedicarnos a disfrutar de la naturaleza en un clima ideal, cazar peces, y recorrer los alrededores de día y de noche.
Las siguientes noches como habían ordenado el galpón techado, empezamos a utilizar las cuchetas, pero eran como la de los barcos, muy cerradas, por lo que si no caía rocío, dormía a la intemperie, otros días dormí en el Jeep que quedaba en medio de la playa sobre la arena firme, ya que las butacas las sacaban de noche para usar de asientos en el campamento, la cama la armaba extendiendo la chaqueta de neopreno sobre el piso y encima el sobre-frazada, temprano me despertaba el sol, salvo un día que me había acostado muy tarde, disfrutando de un fogón que habían armado los jóvenes del lugar cerca del agua, era la única luz aparte de las estrellas, la música era de guitarra, cada vez que veo algo parecido, me viene este recuerdo como algo muy placentero, cuando me desperté ya era media mañana, y estaba rodeado de familias disfrutando de la playa, fue una sensación muy rara.
Cuando llegó el grupo de Tato, se instalaron junto con nosotros, compartiendo las cabañas.
Ya estábamos por el noveno día de enero, el clima era espectacular, el color y temperatura del agua excelentes para los bañistas en la zona protegida de playa, pero no para la práctica de buceo en las zonas habilitadas, así que para la primera inmersión, a recomendación de los lugareños, fuimos al puerto que era una zona protegida de oleaje, y estaba vacío por la inactividad en esa época del año.
Este puerto oficiaba de terminal férrea de minas de carbón, habían ganado tierra al mar, aprovechando que naturalmente en esa península había mucha profundidad, lo que permitía que atracaran barcos de gran porte.
Nos preparamos para la inmersión, en mi caso con mucha ansiedad, el agua estaba totalmente quieta, al sumergirme encontré que la visibilidad era de unos seis metros, estaba lleno de Garopas y Roballos pequeños, quietos como en una pecera, y en la medida que más me sumergía, el tamaño de los peces iba aumentando, también la velocidad de inmersión, mi condición física era estupenda y podía descomprimir sin problemas, por lo que cada vez que me sumergía, trataba de superar la profundidad anterior, no sólo para superar la marca en metros, sino que para encontrar las piezas gigantes que nos habían prometido.
Para llegar a la mayor profundidad, tuve que sumergirse más al norte del muelle, y a una distancia de unos 10 metros aproximadamente, ya que las rocas colocadas para ganar terreno al mar, estaban formando una columna inclinada, de acuerdo a la longitud de la cuerda de la boya, alcancé en varias oportunidades los 20 metros, no era difícil llegar al fondo, la lucha era el ascenso a la superficie, que parecía que nunca llegaba, en esa parte más expuesta, el agua no era tan cristalina, y las partículas en suspensión dificultaban la llegada de la luz al fondo, por lo que el era bastante oscuro y carente de flora.
Como las piezas prometidas faltaron a la cita, decidí volver al costado por donde habíamos iniciado la inmersión, ahí empecé a seleccionar de las piezas que había, la técnica era dar el “golpe de riñón” y sumergirme en forma perpendicular en el costado de uno de los pilares del muelle de madera con el fusil hacia el fondo, los peces me observaban como paralizados, cuando el tamaño de uno de ellos era interesante, le apuntaba de cerca, le disparaba, y pieza cazada.
Cansado ya por tantas inmersiones con exigencia, y con las capturas suficientes para la comida (5 Garopas, 2 Badage, 1 Roballo), dí por terminada la buceada.
A la mañana siguiente el viento era más calmo, algunos de los nuestros fueron a reconocer en embarcación la isla al sur “Santana de Fora”, pero sin éxito, ya que había mucho oleaje y no se daban las condiciones para bucear, los que nos quedamos cruzamos caminando hasta la isla contigua a la península, que está a unos 50 metros, y nos metimos a bucear contra la misma sin fusil, reconociendo la zona, no encontramos peces, lo que sí sentíamos era como si se quebraran huesos al lado de nuestros oídos, un ruido infernal, se trataba de langostas, que estaban metidas entre las rocas apiladas alrededor de esta isla-península, igualmente estuve sumergiéndome hasta unos 6 metros, para reconocer la zona.
A la tarde realizamos una segunda inmersión en el puerto, con menos ansiedad porque ya conocía el lugar, y porque estaba un poco cansado, ya que me había metido un rato en un picado de fútbol en la playa, esta vez no me llamaban Tupamaro, sino “Gringo”, cuando me metí en el agua ya era una hora bastante avanzada de la tarde, por lo que a pesar de cristalinidad del agua, estaba bastante oscuro, me dediqué a exigirme en apnea para recorrer las partes más profundas en busca de peces mayores o algo nuevo, la profundidad alcanzada rondaba siempre en los 20 metros, me empecé a sentir cansado, pero seguí exigiéndome, sobrepasando el límite, con lo que en uno de los retornos a la superficie, sentí que se me habían terminado las fuerzas para seguir pataleando, y no llegaba nunca, resignado empecé a pensar en lo que iba a pasar con mi familia después de morir, me vino la imagen de mi madre sufriendo, me dí cuenta que no tenía derecho a hacerle esto, entonces saqué fuerzas, y finalmente llegué, respiré profundamente, y me quede un rato mirando al cielo, agradeciendo a Dios por la nueva oportunidad de vida, y a mi madre por haberme dado tanto amor. Después de descansar un rato, me dediqué a hacer algunas capturas para la cocina, a menor profundidad (3 Garopas y 1 Roballo ), mi compañero ya hacía rato se había ido, entonces terminé la jornada, descansé un poco, y cuando llegué al campamento ya había caído la noche.
Los dos días siguientes nos dedicamos a explorar sin mayores exigencias, las zonas de las Islas de Imbituba, allí lo peculiar era que estaba lleno de langostas, muy astutas porque se escondían entre las rocas, por lo que no se las podía llegar a atrapar, ni bien nos acercábamos, ellas se escabullían. No olvido jamás el ruido que producían sus articulaciones, que el medio acuático aumentaba, y era como si me estuvieran partiendo huesos al lado del oído.

El 13/1 volvimos al Puerto Imbituba a primera hora de la tarde, resultando una inmersión muy especial, ya que todo estaba más iluminado, la visibilidad era muy buena, empecé a realizar inmerciones en un lugar donde la profundidad era menor, y tuve dos experiencias inolvidables, venía volviendo a la superficie después de explorar el fondo a unos 12 metros, cuando ví hacia un costado y 3 metros más abajo, un Pulpo color naranja tirando a rojo, cuyo largo de la cabeza al extremo de sus tentáculos era de unos 80 cm, a pesar de estar con las reservas de óxigeno casi agotadas, no quise perder la oportunidad, paré y empecé a perseguirlo, cuando ya estaba cerca, vi que iba derecho a meterse en una pequeña grieta entre las rocas, no dudé y le disparé cuando se estaba metiendo, quedaron la mitad de sus tentáculos afuera con el arpón hundido, tiré del arpon y estaba firme, sin más tiempo volví a la superficie, pero apenas pude sacar la punta del snorkel para aspirar aire, cinco centímetros más y hubiera tenido que soltar el fusil, el hilo seguía firme, mi corazón palpitaba, la adrenalina volaba, 10 metros me separaban del trofeo, 80 cm era el largo del hilo del fusil, pero gracias al largo del arpon, del fusil, y de mi brazo completaba la distancia, respiré 30 veces, y me sumergí en busca de la gloria, cuando llegue al fondo, todo estaba igual, apoyé mis patas en la roca y empecé a tirar del arpón para sacarlo, si hubiera tenido un “gancho” hubiera sido más facil, seguí tirando sin éxito, hasta que se desprendió el arpon, y el pulpo se escabulló. Subí a la superficie y volví reiteradamente para ver si lo volvía a encontrar, pero no apareció más. La segunda expeciencia fue pocos minutos después, volviendo a la superficie, cuando estaba a unos 6 metros de profundidad ví a mi derecha que se desplazaba algo inmenso, de cómo 30 cm de ancho y más de 150 cm de largo, como ya había sombra en ese lugar, no pude distinguir sus extremidades, quizás venía hacia mí y al detectarme estaba dando la vuelta, en un acto de total inconciencia, y a puro impulso, no dudé en tirarle, por suerte sin resultados, porque si le hibiera penetrado el arpón, lo hubiera perdido, y probablemente me hubiera llevado también el fusil sin darme tiempo para cortar la cuerda.
Finalmente pude capturar un pez que no pude clasificar, así que luego anoté en mi pequeña bitácora “Pez Raro de 2 kilos aprox.”.
Anécdota Inolvidable.
Desde el principio, cuando decíamos que éramos uruguayos, contestaban Ah ¡ Tupamaros !, y por infantilismo, o impresionar a la gurisas del lugar, me había dibujado un tatauaje en el hombro, la estrella del MLN con la T en el centro.
Nos invitaron a ir una noche a un centro bailable que quedaba hacia el sur en Itapirubá, salimos en el Jeep, pasamos por el pueblo, y después tomamos un camino que moría en la playa, y de ahí continuamos por ella hasta llegar al lugar, una construcción grande de madera, a cuatro aguas, lleno de jóvenes, música, luces, bebidas..., tanta era la gente que para movernos teníamos que pedir permiso, llegamos al centro del salon donde estaba la barra, conseguir una bebida “espirituosa” , en la medida que nos iban sirviendo, nos retirábamos de la barra para recorrer el lugar, la delantera la habían tomado Juan y Alberto, en determinado momento se siente unos gritos y veo un amontonamiento que partía del lugar donde estaban ellos, era tanta gente apiñada que cuando pude llegar a la puerta me dijo otro compañero que Juan había tenido un incidente, una fricción quizás provocada por la bebida, y salieron a pelear afuera, a pesar de que él era cinturón negro de Karate, tuve la intuición que esto iba a terminar muy mal, cuando salgo veo un montón de gente alrededor de los involucrados, que estaban discutiendo y pechándose, entonces tuve un impulso, corrí hacia ellos y me metí en el medio, y le dije al Brasilero “Somos Tupamaros !!”, inmediatamente dió un paso hacia atrás y me dijo “Disculpa...., Disculpa..,tudo bem, tudo bem !!” Nos juntamos y emprendimos la retirada, ahí quedaron mirándonos como nos íbamos más de 40 personas, el hecho no había sido furtuito, los lugareños nos tenían fichados, y con bronca porque pensaban que les estabamos invadiendo territorio femenino, fuimos al pueblo y nos quedamos tomando algo, al volver al campamento, nos contaron que los muchachos habían ido a buscarnos, y como no nos encontraron, cortaron las riendas de la carpa, luego no pasó más nada.
Recorridas.
En busca de algo distinto, empezamos a recorrer lugares aledaños, guiados por una lugareña, nos llevó a una zona de rocas, donde había una en forma de cubo, de unos 5 metros de lado, que era uno de los desafíos del lugar, ya que estaba apoyada en los bordes en tres o cuatro puntas de rocas que emergían de la arena, por lo que el agua circulaba por debajo de ella, ahuecando la arena, dejándola separada del fondo entre 60 y 70 cm., como había bajante se podía ver por debajo de ella, y para demostrar el valor, lo que se estilaba era pasar arrastrado, como las ranas, de lado a lado, casi todos los hicimos, era una cuestión de honor y valentía, no tuve más remedio que hacerlo por orgullo, realmente era como que me sentía asfixiado, y con el miedo de que subiera en ese momento la marea, o una ola inundara el lugar, o que en definitiva la inmensa roca me aplastara !!
En una segunda recorrida nos dirigimos hacia el norte a conocer las playas, siempre paralelos a la costa, finalmente encontramos un acceso hacia una playa entre los morros cubiertos totalmente de vegetación, que morían verticalmente en la misma, y pudimos llegar con el Jeep, estaba vacía, todo el entorno era “virgen”, “puro”, sin la huella destructora del hombre, para seguir hacia la siguiente, tuvimos que hacerlo por el agua, ya que los morros la cercaban totalmente, al pasar a la siguiente nos encontramos con el mismo panorama, pero no tenía ningún acceso, ya que estaba totalmente cercada por los morros, parecía que habíamos llegado a un paraíso, algo así como el de la vieja serial de TV la Isla de Guilligan.
De regreso tomamos otro camino, y en un cruce había un vehículo para y varias personas paradas, como su hubiera habido un accidente, paramos, y la gente nos alertaba a gritos que no entendíamos bien al principio, de que había una Cobra, que aparte de su natural peligrosidad, los lugareños le adjudicaban otros poderes......., nos bajamos a observar guardando distancia, la misma estaba enrollada en un matorral en posición amenazante, entonces sin pensarlo mucho, saqué el fusil Lasnier 100 del Jeep, me acerqué, y de un certero y seguro disparo le atravesé la cabeza, la gente quedó asombrada, los mayores mudos, los niños gritaban, agarré el arpón de la parte de atrás, dejé que la Cobra quedara contra la aleta de retención de la punta, y lo apoyamos en la puerta trasera, con el bicho colgando hacia fuera y la ventana levantada, retomamos el recorrido hacia un pueblito cercano, los más jóvenes nos seguían corriendo metros atrás, cuando llegamos al poblado, la gente quedaba paralizada viendo como llevábamos abatida esa bestia tan temida, realmente nos sentíamos admirados, respetados, ya éramos héroes.
Llegó el inicio de la retirada, nos dirigimos hacia la Isla Florianópolis, para encontrarnos con el grupo de Turcatti y Machado, llegamos a la Isla, cruzamos el viejo puente, y llegamos a la ciudad, seguimos camino pero nos perdidos en la noche, ya que los lugareños eran muy amables, pero nunca sabían nada, o nos mandaban en direcciones equivocadas, así fue que tomamos un camino que nos llevó a una playa, no había alumbrado, era de madrugada, y decidimos quedarnos ahí, dormimos a la intemperie, y cuando despertamos, descubrimos que estábamos en un pueblito de pescadores ubicado en el lado este de la Isla. Por el estilo de las construcciones, parecía que estábamos en la Polinesia, alrededor nuestro la playa estaba cubierta de redes y demás herramientas de pescadores. Después de recorrer los alrededores, tomamos camino hacia la zona de la Lagoa, donde nos encontramos con el resto de los muchachos, y ya caída la noche, nos fuimos a dormir a un hotel del centro, increíble después de casi dos semanas volver a dormir en una cama !!!. Al día siguiente salimos a recorrer la ciudad, e iniciamos el retorno definitivo, pero por un camino distinto por la ruta de las sierras, por lo que tuvimos que ir primero hacia el norte, para tomar al oeste la carretera que conduce a Lage.
En el camino por las montañas duró unos dos días, tuvimos muchas anécdotas que en otra oportunidad detallaré, y finalmente gracias a la ayuda de Dios pudimos sortear todo ese cerpenteo al borde de precipicios, alternando buen tiempo con lluvias intensas, como así también el ambiente montañes que nos observaba con mucha desconfianza.
Despues de volver a la costa y entrar a Porto Alegre, el viaje perdió su encanto, y se convirtió en monótono hasta llegar a Montevideo.
- Conclusión.
Esta experiencia pasó a ser mi aventura más rica, por las anécdotas, las vivencias positivas, la amistad del grupo, las inmersiones a mucha profundidad, la pesca submarina, era el viaje que hacía mucho tiempo soñaba realizar....
- Cierre de la preparación.
Ante la falta de apoyo económico de la Comisión de Educación Física, y a que el panorama de que los que estábamos dispuestos a solventarnos la asistencia, no alcanzábamos a conformar un equipo con entrenador, no pudimos asistir a la competencia.
- Balance positivo.
Toda la etapa de preparación la encaré con mucho entusiasmo, compañerismo, y disciplina. Fuí el que más participó, "cero falta", acumulé conocimientos, experiencia, muy buena forma física, madurez, confianza, y auto-estima, por lo que la no ida al Sudamericano no me provocó ninguna frustración, cerrandose una etapa de cambios, que redundó en un crecimiento personal.

jueves, 17 de diciembre de 2009

Capítulo III - Pesca Submarina competitiva.

La invitación.

A mediados de 1971, Audas decidió empezar a preparar y seleccionar competidores para concurrir al Campeonato Sudamericano de Caza Submarina, que se realizaría en abril del siguiente año en Puerto Madryn, Argentina.
Como el grueso de los competidores que ese año habían competido internacionalmente, habían decidido no participar (nunca tuve claro el porqué), a los que éramos nuevos en el club, nos invitaron a participar, para cubrir esas ausencias.
Al principio no estaba claro como se iba a encarar la preparación, el que llevaba la iniciativa era Pacha Giuria, luego se incorporó Ego Tato, que era que era Profesor de Educación Física, Salvavidas, y había formado parte del equipo que había ido a esa competencia en Iquique, Chile.
Se planificó la preparación teniendo en cuenta los aspectos de estado físico, adaptación al medio acuático, y la caza de peces.

Entrenamiento.

Empezamos a asistir a la pileta del Club Banco República, tres veces por semana, el entrenamiento consistía en nadar con el equipo básico por la superficie, alternando con inmersiones en apnea de 50 metros, 2 piletas ida y vuelta, controlando el tiempo máximo que aguantábamos, en mi caso llegaba a los 2 minutos, con un recorrido ida y vuelta, más unos metros adicionales porque me sobraba aire.
Fuera de la pileta estaba Tato observando y dando las indicaciones del trabajo a realizar, y Pacha como asistente.
La apnea la practicábamos en forma sincronizada, arrancaba uno y cuando llegaba al otro extremo de la pileta para pegar la vuelta, arrancaba otro, y nos cruzábamos en el medio de la pileta, y así sucesivamente, cuando uno completaba el tiempo de apnea, descansaba hasta recuperarse, y arrancaba nuevamente.
En una de las prácticas tuvimos una fatalidad con final feliz, me crucé con RobertoTurcatti cuando el volvía, yo seguí hasta el final de la pileta, pegué la vuelta y al salir a la superficie, me encontré con tremendo alboroto, se habían dado cuenta que en el último tramo Roberto había quedado paralizado, la sacaron de la pileta, estaba violeta, duro sin poder respirar, le dieron unos sopapos para que reaccionara, y finalmente su cerebro dio la orden a los pulmones de aspirar, y pudo recuperarse, realmente quedé impactado con la situación, y me sirvió para tomar conciencia de que en un afán de llegar a más, podemos perder para siempre.

Prácticas con fusil.

Con el fin de practicar tiro, empezamos a ir a la Laguna de Lagomar, para poder hacerlo con peces menos corpulentos, se me ocurrió la idea de fabricar arpones más finitos, conseguí acero de resorte de 5 mm, bien rígido, y con ello fabrique dos para el fusil Rene Cabalero, realmente fue un acierto, ya que podía tirarle a cualquier tamaño de pez.
Con el mismo fin fuimos a la Paloma (Rocha), realizamos inmersiones el 30/9 y 1/10/1971, en la zona de la Balconada, al oeste del faro, uno de los lugares más interesantes para la práctica del submarinismo, por su característa, ya que hay como un arrecife de rocas que emerge del fondo a unos 50 metros de la costa, y llega cerca de la superficie, las condiciones de visibilidad fueron buenas en las dos inmersiones, pero los peces faltaron a la cita, lo único que pude arponear fue un chucho.

Isla de Lobos (21/11/1971) – Primer evento de competencia.

Se estableció que debían realizarse dos eventos de competencia en Isla de Lobos, para determinar por puntajes, quienes clasificarían para asistir al evento.
En principio la preparación fue individual, y nos empezamos a asesorar sobre el equipo que debíamos llevar, ya que estábamos acostumbrados a cazar saliendo siempre de la costa, y en la modalidad de ir recorriéndola.
Aquí el sistema era distinto, se contrataba una embarcación mediana, donde íbamos todos los competidores más el fiscal, que se anclaba a una distancia aproximada de 300 metros de la isla, alejados de el agrupamiento de lobos, donde la profundidad oscila entre 13 y 8 metros, y desde la embarcación competidores se meten todos en el agua, obviamente alejándose de la embarcación, en distintas direcciones, de tal manera de no estorbarse.
Se nos recomendó llevar una boya de apoyo, que entre los varios usos, iba a servir para marcar nuestra posición, apoyarnos en caso de estar cansados, asir un segundo fusil, y colgar un porta-peces protegido dentro de una malla.
Este último por seguridad, ya que usar un porta-peces asido del cinturón de lastre, implica para el buceador, el riesgo de que los lobos vengan a atrapar los peces, y pueda ser mordido. El que esté protegido dentro de una malla, reduce la posibilidad de “robo” por parte de los lobos.
Las ideas de cómo armar estos nuevos accesorios, las dió Ricardo Giuria, que era en esos momentos uno de los competidores de primera línea, compré una pelota de plástico naranja de unos 30 cm de diámetro, le tejí una malla envolvente con tanza de pesca, y en la parte inferior de la malla, le puse un gancho de “perro”, de la que engancharía el porta-peces, la bolsa protectora, y un fusil de repuesto. La bolsa protectora la copié de la que se había hecho Ricardo, consiste en dos alambres galvanizados de 5mm, de unos 30cm c/u, curvados formando dos medios-aros, y en los extremos unidos en forma de bisagra, imitando las mandíbulas de tiburón, la que oficia de boca de una bolsa de red, el centro del armazón se engancha del gancho de perro, junto con el porta-peces, que queda colgando dentro de la bolsa de red.
Llegó el día, y nos trasladamos en ómnibus hacia P.del Este, la mayoría en el mismo coche, en el puerto nos encontramos con el resto de los participantes, se cerró con el propietario y capitán de la embarcación, y zarpamos hacia la isla con Eduardo Espiñeyra, Alberto Garcia, Ricardo Giuria, Dilamar Izquierdo, Jorge Machado, Roberto Turcatti, los hermanos Osvaldo y Roberto Valla, y Pacha Giuria como comisario.
Ni bien salimos de puerto, pude apreciar que las masas de agua cristalina, pero de distinta tonalidad de verdes, no se mezclaban, se podía apreciar hacia el fondo como si fueran gelatinas de distinto color que tenían paredes limitantes.
En el camino, ya nos íbamos poniendo el equipo de neoprene, el cuchillo a la altura de la pantorrilla, el cinturón de lastre, preparé los dos fusiles de gomas, armé la boya con el porta-peces, la bolsa de red, y una cuerda arrollada de 12mt. con una plomada en el extremo, a manera de “ancla”.
La embarcación ancló al NE de la isla, me puse las patas de rana la máscara y el snorkel, lancé al agua la boya con los accesorios y enganchado el fusil Rene Cavalero 80 una goma, quedándome con la plomada en la mano, e inmediatamente me metí con el otro fusil Lasnier 100 doble gomas.
La visibilidad era impresionante, la profundidad oscilaba en unos 10 metros, desde la superficie se podía distinguir el fondo, hice varias hiper-ventilaciones, y me sumergí hacia el fondo, por suerte pude descomprimir los oídos con la maniobra de Valsalva, que consiste en pinzar la nariz con los dedos, cerrar la boca, e intentar un soplido, sin dejar escapar el aire, y sentí un chasquido en ambos oídos, y un afloje de la presión exterior.
Luego continué a más profundidad, con la maniobra de “deglutir”, con lo que puede llegar al fondo y disfrutar sin ningún contratiempo, a esa profundidad el fondo no era muy atractivo, pero en la medida que me iba acercando a la isla, y el fondo estaba a menor profundidad, el paisaje pasó a ser más atractivo, y empezaron a aparecer “lobitos”, que cuando se me venían encima, los ahuyentaba como me habían recomendado, “pinchándolos” con la punta del arpón.
Pude arponear algunos peces Chanchito, pero tuve dos problemas, ya cerca de la isla, con una profundidad que oscilaba en los 3 mt., al arponear uno de ellos, como en los anteriores al sacarlos del arpón tenía dificultades porque la punta era más gruesa, y la aleta se trababa dentro del cuerpo, decidí desenroscar la punta, pero al maniobrar se me cayó hacia el fondo, vi como cayó y memoricé el lugar, terminé guardar la pieza en la bolsa, y cuando miro para abajo, ya no se veía más la aleta brillosa de acero, me sumergí, y no la encontré, el paisaje era todo parecido, a pesar de lo cerca de la isla, mientras maniobraba con el fusil y el pez, la corriente me seguía llevando hacia el oeste, sin que lo percibiera, colgué este fusil en la boya, y tome el otro, y seguí disfrutando del maravilloso fondo marino.

En esas circunstancias me encuentro con Jorge, me hizo señas de que se encontraba mal, había vomitado, e iba a buscar una roca que sobresaliera del agua para descansar y recuperarse, ya que había intentado volver a la embarcación, pero no tenía fuerzas para nadar contra la corriente.
Yo seguí recorriendo el fondo, y subiendo veo otro pez delante de una roca, le tiro pero erré, y el arpón impactó contra la roca, con tal fuerza, que se quebró en su parte trasera, por lo que quedé “desarmado” para seguir la competencia.
Después de disfrutar bastante de la danza con los lobitos, y el paisaje, decidí volver a la embarcación para ver como podía solucionar el problema de los fusiles, saco la cabeza del agua, y la busco en el horizonte pero no la veo, se había levantado olas pequeñas, que no me la dejaban percibir, en una de las subidas, logro percibirla, como a 300 mt., muy pequeña, entonces puse el fusil en la boya, até la cuerda al cinturón, y empecé a nadar hacia la embarcación, en contra de la corriente, el esfuerzo era tremendo, cada vez que paraba para descansar, perdía casi todo lo que había avanzado, cuando estaba a unos 200 mt., empecé a hacerles señales elevando un fusil, moviéndolo como las escobillas del parabrisas, gritando, pero no advertía respuesta, en una de las paradas, me encontré nuevamente con Jorge Machado, que había recuperado fuerzas, y estaba en el mismo intento que yo, pero bastante desanimados, seguí nadando, y en determinado momento veo a lo lejos que la embarcación estaba más cerca, y desde la misma me hacían señas, entonces puse el máximo de mis fuerzas, y a pesar de toda la carga que arrastraba, y la corriente en contra, pude llegar finalmente a la embarcación, que también se había acercado, pero con el límite del riesgo de ser llevada por la corriente hacia una zona de rocas esparcidas, que llegan casi hasta la superficie. Me recogieron y me tiré en el piso de la embarcación, en eso siento que tienen que salir urgente de la zona porque los arrastra la corriente, ahí me percato que Jorge había quedado por el camino, entonces les aviso, pero como la situación era muy riesgosa, Ricardo en forma solidaria se tiró a socorrerlo, y llevarlo a favor de la corriente hacia el otro lado de la isla, donde la embarcación los esperaría, pero ya sin riesgos. Así sucedió, y fue una alegría verlo recuperado a bordo.
Ya en la zona oeste de la isla, mas protegida del viento y la corriente, decidí tirarme nuevamente, afortunadamente había un fusil de repuesto Nemrod oleo-neumático que me lo prestaron, me sumergí con él, sin la boya y el porta peces, no tenía cargador, así que sólo podía atrapar una pieza que valiera la pena, y si erraba, debería usar el fondo de apoyo para volver a cargarlo.
En esta segunda inmersión, había recuperado la tranquilidad, y bajado mi ansiedad, recorría disfrutando el paisaje, que era distinto al del otro lado de la isla, sin darme cuenta me acerqué demasiado a la costa, ya divisaba a 8 metros rocas que sobresalían del agua, entonces ví como un lobo de más de dos metros de largo, se sumergió desde una de ellas, y empezó a venir hacia mí, su porte y mirada era impresionantes, yo me detuve, me puse en forma vertical, y empecé a aletear hacia atrás, sin dejar de mirarlo, apuntándole con el fusil en forma simbólicamente, ya que por su tamaño, lo único que podría intentar es tirarle a la cabeza si llegaba a un metro de distancia, afortunadamente al ver que yo retrocedía, este macho me dejó ir, supongo porque se dio cuenta de que dejaba de ser un invasor de su territorio, y no corrían riesgos sus hembras.
Ya había perdido la tranquilidad, y después de un tiro fallido, pude atrapar una pieza, dí por terminada la jornada, volviendo a la embarcación.
Después de volver a puerto, se pesaron las piezas capturadas, y quede cuarto en la clasificación, de un total de 9 competidores, mis capturas fueron 5 Chanchitos y 1 Sargo. Los experientes Ricardo y Dilamar tuvieron muy buenas capturas, los nuevos hicimos lo que pudimos.
Conclusión: El bucear por primera vez Isla de Lobos, en esas condiciones de visibilidad, fue una experiencia espectacular, mis condiciones físicas me ayudaron a disfrutar a pleno la jornada, y a superar el percance de dejarme llevar por la corriente.
Si bien se trataba de una competencia, la mayoría del tiempo me dediqué a disfrutar del paisaje, si bien tenía que cazar peces, por una cuestión de orgullo con atrapar algunos para no hacer un papelón, era suficiente.
Fueron de mucha utilidad los consejos en cuanto a el equipo a utilizar, como manejarnos con los lobos, pero quedó en el debe que no hubo advertencia sobre el peligro de las corrientes.
Lo que debía corregir, era que había que tener arpones de repuesto, no desenroscar la punta de estos, y nunca más salir desde una embarcación, a favor de la corriente.

Entrenamiento físico – Playa Carrasco

Después de la experiencia en Isla de Lobos, se incorporaron otros submarinistas, y comenzó el entrenamiento físico, el mismo lo realizábamos en playa Carrasco, aprovechando que Tato estaba ahí de guardia en el puesto de salvavidas, a la altura de la calle Nariño.
Arrancamos un sábado, y seguimos entre semana de tardecita, y terminaba más temprano mi trabajo de hacer trámites en juzgados y oficinas públicas, llegaba a mi casa de la calle Lombardini, agarraba el bolso, y me iba en mi Honda 50.
El entrenamiento consistía en correr en arena firma 50 metros hacia el oeste, luego subir a los médanos y correr hacia el este 100 metros, bajar a la arena firme y correr hacia el oeste hasta
llegar al punto de partida, ahí teníamos que hacer cinco lagartijas, y levantar pesas cinco veces. Las pesas consistían en un caño galvanizado de 1 pulgada, en cuyos extremos habían lastas de galletitas (aquellas de 30 x 30 con ventana de vidrio redonda) rellenas de hormigón.
Se descansaba cinco minutos, y se volvía a realizar todo el circuito, las primeras veces, después de repetir un segundo circuito, mis piernas quedaban como agarrotadas, y casi no podía seguir corriendo.
Después de completar este ejercicio durante 5 veces, nos hacía poner el equipo básico, y nadar paralelo a la costa hasta la altura del Hotel Carrasco y volver, a esta altura los días de semana ya era de noche, y era una experiencia inédita para mí.
Para antes de la segunda competencia, fuimos con Tato y otros compañeros a la laguna de Lagomar (18/12/1971), para realizar pruebas de apnea en profundidad, colocamos una boya en la zona central y estuvimos practicando hasta 8 metros, más no podíamos seguir por las algas que emergían del fondo, bajábamos acompañando la cuerda por turnos.

Isla de Lobos (26/12/1971) – Segundo evento de competencia.

Esta segunda etapa de competencia en Isla de Lobos fue una experiencia muy distinta a la anterior, prevenido por los problemas de la vez anterior con las corrientes y el equipo, tenía que elegir bien la zona a operar, y para las arbaletas, llevé un arpon adicional, que yo mismo confeccioné en hierro trasfilado, y con la punta hecha en la misma varilla, lo que facilitaría la extracción de la presa, perdí potencia por menor peso de la masa, pero gane en practicidad.
Se incorporaron nuevos participantes, y de la vez anterior, solo repetimos Ricardo, Dilamar, y yo.
Las condiciones atmosféricas no eran muy favorables, lo que nos obligó a estar muy alejados de la isla, y bucear a mucha profundidad, agravado por la insuficiente cristalinidad del agua, estaba semi-tapada, no se podía ver el fondo desde la superficie, entonces para llegar a los peces había que sumergirse hasta el fondo a unos 10 metros promedio, y quedarse quieto hasta que la pupila se adaptara a la poca luz que llegaba, ya que la mayoría la absorbían las partículas en suspensión.
Esa semana me había resfriado, pero no podía perderme esta competencia, por lo que sin excusas la encaré ignorando que mi estado de salud no era el mejor.
Debido a que los peces no se veían desde la superficie, había que ir hasta el fondo para ver si encontraba alguno, esto hacía que la mayoría de las inmersiones eran sin resultado, entonces era descansar un minuto y volver a sumergirme.
Desde el principio tenía dificultades para descomprimir, y el dolor en los tímpanos era cada vez más pronunciado, hasta que empecé a notar que cada vez que volvía a la superficie dentro de la máscara tenía un poco de líquido medio amarronado, no le daba importancia, pero se reiteraba, hasta que me dí cuenta que era sangre, como estaba cerca de la embarcación, Tato observaba mis maniobras de desagote en cada emersión, y me grito preguntando que me pasaba, le dije que lo que tenía, y se arrojó al agua, se acercó confirmó lo que me pasaba, y pensando de que me quedaban pocas fuerzas, me indicó que apoyara mi mano en su hombro, que me iba a remolcar hasta la embarcación, y me vería el médico que estaba a bordo, aunque hubiera preferido seguir buceando, así lo hice sin discutirlo, no porque fuera mi entrenador, sino porque lo sentía como líder natural, y ello implicaba que se terminaba mi competencia en esa jornada.
Ya en la embarcación, busque al Dr.Chiesa y lo encontré tirado en un camarote, con el traje de neoprene puesto, había estado buceando y el movimiento primero de la embarcación y luego del agua, le había provocado vómitos, estaba peor que yo. Más tarde me revisó y su diagnóstico primario era que había afectado los tímpanos.
Al retornar rumbo hacia la península, se levantó viento fuerte de este a oeste, la embarcación navegaba a favor de las olas hacia el este, pero cuando pasamos la península, tuvo que virar al norte hacia la bahía, y las olas empezaron a rebasarla, como yo seguía con el traje puesto junto con otro de mis compañeros (creo era Juan Formoso), en la distribución de carga nos toco ir en la parte abierta de la embarcación, cerca de la popa, las olas que venían de costado nos caían encima, y como que nos sacaban del asiento, tuvimos que aferrarnos a él varios minutos, para que no nos llevara.
No hubo que pesar nada, ya que la única captura fue un Sargo que arponeó Juan Formoso, y en la clasificación general por puntaje, teniendo en cuenta capturas y presencia, quedé tercero, atrás de Ricardo y Dilamar, primero y segundo respectivamente.
Dos días después me revisó el Dr.Chiesa en su clínica, confirmó el daño en uno de mis tímpanos, y me recomendó que en adelante, empezara a tomar Sinutab 12 horas antes de cada inmersión, lo que despejaría todas las vías respiratorias, y esos pequeños “vasos”, que en definitiva fueron los que no me permitían descomprimir.
Para saber si realmente estábamos preparados para ir a la competencia, faltaba la experiencia en un lugar más exigente, y con condiciones distintas a las que estabamos acostumbrados los nuevos, por lo que se organizó una ida de todos los involucrados a Imbituba, a 100 km de Florianopolis, Santa Catarina.
Antes de partir realizamos un nuevo entrenamiento en el Lago Lagomar (2/1/72), fuimos con con Tato y otro compañero, practicamos apnea de profundidad y seguimos sacrificando
Castañetas.
En próxima publicación me relataré sobre esa ida "épica" al vecino del norte.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Capítulo II - Participación en Grupos organizados.

Los PIONEROS.....



Esta foto corresponde al torneo de Caza Submarina año 1954, realizado en Punta del Este, Uruguay, que publicara en la prensa uno de los pioneros Juan Weiss,  donde está presente entre otros Carlos Páez Vilaró, y de la que relata el amigo "Pacha" Giuria: "..un grupo de jovenes que empezaban a hacer pesca submarina (entre ellos el doctor Ferrari), consiguieron algunos equipos y se juntaron en Punta del Este, no llegaron a fundar un club. En 1958 o 1959 Victor Figueredo (otro pionero), reunió a todos los que alguna vez se tiraron al agua y fundó el primer club del país: A.U.D.A.S., realizando el primer Campeonato en Piriapolís, diciembre 1959".

C.U.D.A.S. (Centro Uruguayo de Actividades Subacuáticas)

Por 1968 me invitaron a participar de las reuniones que hacía el Cudas los días miércoles en el Club Brasilero, allí concurría con mi tío “Pocho” Demarco, mi primo Jorge Demarco, y Jorge Machado, que ahí nos presentó a sus amigos Jorge Carissi y Eduardo Espiñeira, con lo que los seis conformábamos un mini-grupo dentro del club.
El club era comandado por su fundador Victor Figueredo, que se había alejado de AUDAS.
Ese entusiasta se dedicaba gran parte del tiempo a conseguir películas de la temática para proyectar en las reuniones, gracias a que era un empleado público con mucha vinculaciones, tenía acceso a viajar en los aviones correo con destino a los Estados Unidos, lo que aprovechaba para traer material didáctico, equipos nuevos y de ocasión.
Un miércoles después de la tertulia habitual, Figueredo nos invitó a ir a su apartamento, ya que tenía material para vender, quedamos impactados sobre todo con las chaquetas de neoprene Aqua-Lung, dos que tenían dinero las reservaron para la siguiente reunión, y como no podía ser de otra manera, ni bien compraron, nos encontramos en la Playa Malvín para estrenarlas, el lugar elegido era al costado de las rocas donde estaba la torre del frustrado Aero-carril, una fría tarde de agosto, con el agua totalmente tapada, pero nada era impedimento, no podíamos postergar la experiencia de sumergirnos con esa protección iso-térmica.
Cuando fue mi turno para probar una de las chaquetas, la sequé primero (obviamente no eran forradas), me la puse junto con el resto del equipo, y me metí con mi Fusil CO2, la visibilidad era nula, realicé un disparo para ver a cuantos metros llegaba el arpón, pero el frío me hizo durar pocos minutos en el agua, las zonas del cuerpo que no tenía cubierta por la chaqueta las tenía congeladas, y cuando salía entre las rocas, me di cuenta que tenía pequeños tajos en las piernas que chorreaban sangre, pero no sentía nada porque las tenía dormidas superficialmente, mientras me deslizaba a poca profundidad, no me había dado cuenta que mis piernas rozaban las rocas cubiertas de mejillones.


Conferencia de Hans Hass.

Por esa época, estuvo en Montevideo Hans Hass, un pionero del buceo y del cine submarino, un referente para las generaciones de los años 50, 60 y 70, hoy no tan conocido como Jacques Cousteau, por una cuestión comercial, ya que méritos le sobraban, quizás también jugó en esto que Jacques trabajó para el bando de los ganadores en la segunda guerra mundial, y Hans para Alemania.
Gozaba del privilegio de haber sido la primer persona en realizar una película submarina, en grabar animales no conocidos hasta ese momento, como el tiburón ballena. Se le reconoce como uno de los hombres que más ha hecho por el mar y que más ha influido en la sociedad para protegerlo.
Con mi tío Pocho tuvimos el privilegio de asistir a una conferencia que dictó en el gimnasio del Colegio Alemán, en la que proyectó parte de sus documentales, entre ellos aún tengo el recuerdo de él buceando cerca de un tiburón ballena, y de las mantas gigantes.
Una experiencia inolvidable, ya que en esa época hablar del buceo y del mar, era casi como hablar de ciencia ficción y de un mundo peligroso lleno de monstruos.

G.U.D.E.S. (Grupo Uruguayo de Exploración Subacuática)

El mini-grupo de los seis decidimos salir del Cudas., y formar un grupo independiente al que llamamos Gudes, del que el referente era sin dudas mi tío Pocho, que a pesar de que se integraba como uno más, no dejaba de ser un respaldo para el resto, se fueron incorporando otros, el primero Hugo Prigue que era el que lo seguía en veteranía.
Nos reuníamos en un bar de 18 de julio y 8 de octubre (creo se llamaba la Goleta o la Fragata), la idea era unir esfuerzos para programar salidas, conseguir equipos, y confraternizar compartiendo experiencias, llegamos a tener un reglamento escrito, y uno de los objetivos a corto plazo, era poder bucear en forma autónoma con tanques, pra llegar a ello, dado los escasos recursos individuales, abrimos una cuenta en el Brou, y en ella empezamos a depositar una cuota mensual, más el producido de una rifa que organizamos.

Buceo autónomo.

Para poder concretar el objetivo de bucear en forma autónoma, por los reguladores acudimos a Juan Weiss, que tenía un local de venta de equipos nuevos y usados en la calle Justicia. Tenía a la venta reguladores armados por él, marca Sono-Lung, con los que teníamos ahorrado uno para todo el grupo, luego Pocho que tenía ingresos suficientes, se compró otro.
Por los tanques, a alguien se le ocurrió la idea de conseguir los pequeños de oxigeno de uso médico, le enviamos cartas al Hospital de Clínicas y al Pereira Rossell, solicitando nos vendieran usados con prueba vencida.
Tuvimos éxito, cada uno compró los que deseaba, yo llegué a comprar dos, uno lo pinté de color amarillo y el otro naranja, se los llevé a Weiss, para que le hiciera una ranura en la “canilla” con el torno, para colocar una junta, en la zona de conexión con el regulador, luego los lleve a Cinocca, donde le hicieron una prueba de resistencia, que los garantizó por diez años, y los cargaron con aire “filtrado”, a falta de arnés, fabriqué dos aros, y le puse correas.
El estreno fue en el Muelle Mahilos de Punta del Este, la experiencia fue muy gratificante.
Como eran pequeños, duraban muy poco, de 15 a 20 minutos, por lo que había que hacer el máximo de espacio de tiempo entre cada aspiración.
La siguiente inmersión con tanques, fue en la zona de rocas del Club Náutico del que era socio, al costado del muelle que está junto a la playa Verde, si bien el panorama era inferior al de P.del Este, por ser un día de aguas claras, la experiencia fue muy estimulante.
El segundo tanque que compré lo pinté de naranja, entonces con dos duplicaba el tiempo de inmersión, aunque tenía que salir del agua para hacer el recambio.
Para tener el equipo Ok y pronto para usarlo, había que llevar con anticipación a hacer la regarga de aire, los metía en la mochila de scout que entraban perfectos, e iba a Benas que era cerca Frigorífico Modelo, o a Cinocca que estaba en la Aguada, sobre la calle Rondeau.
Las siguientes experiencias con tanques, las empezamos a realizar en la Laguna del Km.21 de Giannatassio, que tenía una visibilidad espectacular, llena de arena limpia a su alrededor, plantas marinas que cubrian las zonas más profundas, varias especies de peces, y moluscos como las almejas gigantes.
Este fabuloso lugar en esa época, pasó a ser mi lugar favorito para realizar inmersiones, por su proximidad con Montevideo, y porque siempre aseguraba tener agua con muy buena visibilidad.

Bricosub – trajes de neopreno.

Para los que no teníamos chaquetas, y los que querían completarse el traje, realizamos una operación “cooperativa”, conseguimos en Funsa planchas de neopreno, que medían 100 x100, y en forma sumamente artesanal, tomando como modelo una chaqueta Aqua-Lung, y ajustando más o menos a las medidas del tronco de cada uno, trazábamos con tiza sobre cada plancha las distintas partes, y con mucha audacia cortábamos, y las pegábamos entre sí, con el cemento que usaban los zapateros.
Después de colocarle cierre, venía la etapa de ajuste, entonces volvíamos a cortar las partes que sobraban y pegar nuevamente.
Terminadas las chaquetas, confeccionábamos con el mismo procedimiento capuchas, pantalones, y con los sobrantes botas, shorts, y hasta chalecos.

Por esa época se unieron al grupo Alberto García, Osvaldo y Roberto Valla, Roberto y Fernando Turcatti, Eduardo Gonzalez, y Gustavo Lopez,


Pesca Submarina.

La experiencia de buceo autónomo no colmó las expectativas previas, por el discreto y repetido paisaje subacuático de nuestra costa marítma, por lo que en el grupo se originó una onda muy fuerte para convertir las exploraciones submarinas, en persecuciones asesinas de peces, y como integrante de “la manada” no fui ajeno a ello, yo realicé algunos intentos con el CO2, las victimas fueron unos pequeños Sargos, pero el fusil no era muy práctico, cuando tiraba un tiro atrás del arpón salían una nube de burbujas que demoraban en irse, luego de recuperar el arpón, había que desenroscar la tapa de la recámara para sacar la capsula, y poner otra nueva, lo que aparte de incómodo tenía su costo monetario, por lo que no se podía estar tirardo tiros de prueba al "santo botón".
Años antes mi tío se había comprado un Fusil de gomas en Bazar Mitre que le había dado muy buen resultado, uno del grupo localizó al fabricante de ese fusil, se trataba de Carlos Lasnier, lo acompañé para "chusmear" a su taller situado en el garage de su casa (Missuri casi Decroly), tenía en producción dos nuevos modelos, el 80 y el 100, me entusiasmé tanto que volví unos días después y le compre el modelo más grande, en principio con una sola goma.
Posteriormente le fui incorporando mejoras: una guía, una segunda goma, una agarradera, y un carrete, quedó un "super fusil".
Carlos era una persona muy cordial, amable, humilde, y generosa, que cada vez que iba a su taller, disfrutaba mucho conversando con él, sin ningún apuro.
Equipo completo: ya bien pertrechados de material para incursionar en la Pesca Submarina (equipo básico, traje, cinturón de lastre, linterna, fusil, cuchillo, porta peces, etc.), realizamos dos incursiones en Isla Gorriti, otras tantas en Punta Ballena, y en La Paloma, que resultaron ser las más interesantes, ya que el paisaje está conformado con fauna y flora distinta a lo que habíamos encontrado anteriormente, indudablemente se trata de Océano "puro", las primeras víctimas de mi nueva arma fueron Sargos.
Fusil ideal: Después de experimentar varias inmersiones, como era de esperarse, ese tamaño de fusil no era el adecuado para un novato en nuestras aguas, y no se adaptaba para el tipo de pesca que pretendía desarrollar, y le terminé comprando a Lasnier todas las piezas de un Rene Cabalero modelo Champion, que con un caño de 80 y una punta Tarzan para una goma fija, quedó armado un fusil con mucho más precisión, de mayor maniobrabilidad, que se adaptaba tanto para caza a la espera, como a la caída, en aguas abiertas o entre las rocas, con él, y un poco más de paciencia y experiencia, empecé a capturar las tan preciadas Lisas. Pasó a ser mi favorito, lo he ido actualizando, y me sigue dando satisfacciones (el de la foto es una versión actual).

A.U.D.A.S. (Asociación Uruguaya de Actividades Subacuáticas)

Por 1970 nos invitaron a asociarnos a Audas, y con mucha expectativa lo hicimos.
Esta fue la primer institución submarinista del Uruguay, con personería jurídica que le permitía regir este amado deporte, afiliada a la C.M.A.S.
La habían fundado a fines de los 50 un grupo de entusiastas, que arrancaron en el Yatch Club, según contaba gente de aquella época, los “echaron” y se metieron de intrusos en el local que hoy funciona el Museo Naval, atrás del Club Banco Comercial.
Tuvieron el privilegio de recibir por 1960 la visita del Capitan Jacques Ives Cousteau, de lo cual hay fotos de Alberto Symonds que lo testimonian, una de ellas con la bandera Uruguaya detrás suyo, muy distendido, como si fuera un compatriota más.
Como sede por esos días utilizaban la de la Sociedad Recreativa los 33 Orientales, que estaba en el barrio Punta Carretas, sobre la calle Riachuelo, muy cerca de la casa del escultor Zorrilla de San Martín.
Era una construcción añeja, de estilo inglesa, gran parte de su estructura en madera, de dos pisos, techos de chapa de zinc, tenía una buena cocina y un salón comedor muy bien ambientado, ideal para organizar comidas.
Cuando nos incorporamos, de los históricos fundadores, sólo quedaban los hermanos Frederick y Pacha (Charles) Guiria, el primero era el presidente y el resto de los asiduos en ese tiempo eran su su hijo Ricardo, Roberto Tarino, Roberto Beledo, Julio Loureiro, Centurión, Morelli, y Carlos Caviglia.
Un día por semana sesionaba la comisión directiva, las reuniones eran abiertas e informales, los que veníamos de Gudes, nos fuimos integrando de a poco, sin perder la identidad, ya que si bien nuestro espíritu era de confraternizar y aprender, en los primeros tiempos no nos daban mucha “pelota”, ya que estaban muy enfrascados en los temas de competición, que los clasificaban en formal individual para concurrir a competencias internacionales. Sus fuertes competidores los amigos del Club Neptuno, que en ese momento eran un ejemplo de organización y sentido colectivo, aprovechando sus instalaciones en Montevideo para entrenar, y usando como base sus "ranchitos" de José Ignacio, que les permitía tener un fácil acceso a las prácticas en el mar.
Los del Gudes teníamos un perfil distinto, un fuerte sentido de grupo, de ayuda mutua, y encarábamos este deporte convencidos de que era una recreación, esencialmente colectiva, y no una competencia.
Yo asistía siempre con la expectativa de escuchar anécdotas de los de los más experientes, enseñanzas y consejos sobre el material, compartir alguna comida en la sede, pero para las salidas no nos tenían en cuenta, entonces seguíamos saliendo juntos los mismos de antes.
De las comidas, la que más recuerdo fue la noche que cocinaron pulpos, era mi primera vez, y a pesar de sentir asco, comí calladito la boca para no pasar vergüenza, y no me arrepiento porque estaban exquisitos.
Las anécdotas de capturas siempre estaban presentes, y cada vez que las repetían, los peces iban teniendo un crecimiento natural.
El ingreso a este club, trajo como consecuencia conocer algunos nuevos amigos con similiares inquietudes, y la oportunidad de tener experiencias más ricas.
Por 1972 algunos integrantes de nuestro grupo ingresamos a la Directiva, el Pacha Giuria pasó a ser el Presidente, mi tío el Vice-presidente, Carlos Caviglia el Secretario, y yo el Tesorero, cargo que ejercí hasta 1985, cuando ya funcionaba la F.U.A.S. (Federación Uruguaya de Actividades Subacuáticas), siendo Audas, Neptuno, y Mar y Pesca los tres clubes que la integraban.