jueves, 4 de febrero de 2010

Capítulo IV - Imbituba, final de la preparación.

La preparación para el viaje a Imbituba estuvo muy conversada en las reuniones de Audas, hubo diversos criterios para encararla, y como siempre a los uruguayos por vicio nos cuesta unirnos para un fin en común, quizás por falta de disciplina y humildad, esto no escapó a la regla, y no se cumplieron los planes que el entrenador había delineado, para poder llegar al objetivo.
Era el punto culminante de la preparación, allí se comprobaría si el nivel que teníamos era el adecuado para participar de la competencia sudamericana, aunque la temperatura del agua no se asemejaba a la de Puerto Madryn.
Nos dividimos en grupos, el mío lo integrábamos con Dilamar Izquierdo, Alberto García, y Juan Formoso, ofreciendo este último ir en su Jeep Willys.
Ego Tato y un amigo, coordinaron con Chiesa para ir en su auto, y juntarse con nosotros.
Jorge Machado y Roberto Turcatti junto con dos más, se organizaron para ir en ómnibus directamente a Florianópolis, a acampar en Barra da Lagoa, y después ir a encontrarse con el resto en Imbituba.
El grupo de los Giuria era el más numeroso, ya que Pacha y Fredy iban en vehículos con sus respectivas familias.
No sé quienes salieron primero, pero no dudo que nosotros hayamos sido los que demoramos más en llegar, no sólo porque el Jeep no iba a más de 70 km por hora, sino que parábamos en cuanto lugar se nos ocurría, por la aventura conocer, sin ningún apuro por llegar.
Salimos al anochecer, y al amanecer entramos en la ciudad de Río Grande, ya que Dilamar quería aprovechar para saludar a una familia amiga, después fuimos al museo del mar, en el cual había una pieza en el medio del salón principal, que era una cabeza de pez similar a una humana, en forma y tamaño, dentro de una gran bollón de vidrio, que realmente me dejó impresionado.
Seguimos camino pasando por Pelotas, y de noche entramos en Porto Alegre, estuvimos recorriendo toda la ciudad, con la idea de conseguir un lugar para dormir, la intención era llegar a lo que pensábamos debía ser el centro de la misma, lo divisábamos a tres cuadras, pero las calles flechadas no nos permitían llegar al mismo, nadie te sabía explicar nada, no se si no nos entendían, lo que si recuerdo claramente es que en vez de hablar parecía que ladraban, al igual que la señora que habíamos visitado en Río Grande, una mezcla de lenguaje de perro con el de cotorra. Estábamos abatidos, perdidos como en un laberinto de vidrios y espejos.
Después de dos horas de intentos desistimos, y continuamos con el viaje saliendo de la ciudad, la idea era salir hacia la costa, pasar por Torres, y de ahí seguir camino hacia el norte, preguntamos y no nos entendieron o nos guiaron mal, en definitiva tomamos un camino errado y salimos a una playa, y el camino seguía sobre la misma, ya era medianoche y nos encontramos con grupos de gente vestida de blanco danzando y cantando alrededor de fogones, se sentían sonidos de tambores, mientras danzaban, muchos iban tomando cerveza directamente de las botellas, paramos para observar el espectáculo que para los cuatro era inédito, nos empezaron a mirar con cara de pocos amigos, y seguimos camino.
Finalmente se terminó el transito por la arena, y continuamos por carretera, encontramos un lugar con una banquina bastante ancha, y ahí hicimos un alto para dormir, yo puse en el suelo el improvisado sobre que me había hecho mi madre con una frazada antigua de matices marrones, y descanse varias horas hasta el amanecer.
Continuamos camino a Imbituba y cuando llegamos encontramos ya instalada toda la familia Giuria en carpas estructurales, al lado del hotel que quedaba en la entrada a la playa, realmente parecía como que habíamos llegado a una playa de Hawai, por las construcciones, la vegetación, la arena, el mar, sus las islas, el clima, y por sobre todo la buena onda de los lugareños.
Había otra pareja de uruguayos, era una amigo de Juan de apellido Rios, que había llegado el día anterior con su novia, el grupo de Ego Tato y los padres de Alberto ya estaban en camino, así que se trataba casi de una invasión de uruguayos!!.
Por conocimiento con un lugareño que nos iba a ayudar, nos dirigimos a su cabaña que estaba ubicada en el extremo norte de la playa, cuando llegamos nos atendió su hija, y nos dijo que los esperáramos, y fue a buscarlo al pueblo, ahí nos quedamos observando el lugar, aparte de la cabaña tenía un galpón de madera con cuchetas donde guardaba una embarcación de pesca, y otro galpón que no tenía techo, ambos a unos dos metros de la playa, pero sobre terreno más elevado, con muchas piedras y vegetación.
Cuando llegó, resultó muy amable al igual que su hija, nos ofreció que usáramos los galpones para dormir, y ahí nos quedamos, instalamos la carpa que había llevado Juan en la zona de arena.
Aparte del lugar, nos prestaron cocinilla, cacerolas, platos, vasos, cubiertos, etc.
Al rato de estar instalados, apareció en escena el amigo de Juan con su novia, en forma dramática nos compartió que por el problema de que todo era más caro de lo que se pensaba, no podía alquilar en el hotel, y nadie se se había solidarizado con ellos, ante esta situación Juan les ofreció la carpa, y no dudaron en aceptarla, dado que para nosotros también era caro el hotel y estábamos cuidando nuestras economías, decidimos dormir la primer noche en el galpón sin techo, obviamente el clima lo permitía.
A partir de ese día Rios y la novia se sumaron a nosotros, para compartir el tema de la comida, aprovechando que teníamos todo para cocinarnos, a que él sabía hacerlo, con los peces que nosotros íbamos a cazar podía preparar diversos platos, el acuerdo era beneficioso para todos, sumado a las muchachas que se empezaron a arrimarse a nosotros nos ayudaban a lavar todo lo que ensuciábamos, conclusión estábamos en el paraíso, sólo teníamos que dedicarnos a disfrutar de la naturaleza en un clima ideal, cazar peces, y recorrer los alrededores de día y de noche.
Las siguientes noches como habían ordenado el galpón techado, empezamos a utilizar las cuchetas, pero eran como la de los barcos, muy cerradas, por lo que si no caía rocío, dormía a la intemperie, otros días dormí en el Jeep que quedaba en medio de la playa sobre la arena firme, ya que las butacas las sacaban de noche para usar de asientos en el campamento, la cama la armaba extendiendo la chaqueta de neopreno sobre el piso y encima el sobre-frazada, temprano me despertaba el sol, salvo un día que me había acostado muy tarde, disfrutando de un fogón que habían armado los jóvenes del lugar cerca del agua, era la única luz aparte de las estrellas, la música era de guitarra, cada vez que veo algo parecido, me viene este recuerdo como algo muy placentero, cuando me desperté ya era media mañana, y estaba rodeado de familias disfrutando de la playa, fue una sensación muy rara.
Cuando llegó el grupo de Tato, se instalaron junto con nosotros, compartiendo las cabañas.
Ya estábamos por el noveno día de enero, el clima era espectacular, el color y temperatura del agua excelentes para los bañistas en la zona protegida de playa, pero no para la práctica de buceo en las zonas habilitadas, así que para la primera inmersión, a recomendación de los lugareños, fuimos al puerto que era una zona protegida de oleaje, y estaba vacío por la inactividad en esa época del año.
Este puerto oficiaba de terminal férrea de minas de carbón, habían ganado tierra al mar, aprovechando que naturalmente en esa península había mucha profundidad, lo que permitía que atracaran barcos de gran porte.
Nos preparamos para la inmersión, en mi caso con mucha ansiedad, el agua estaba totalmente quieta, al sumergirme encontré que la visibilidad era de unos seis metros, estaba lleno de Garopas y Roballos pequeños, quietos como en una pecera, y en la medida que más me sumergía, el tamaño de los peces iba aumentando, también la velocidad de inmersión, mi condición física era estupenda y podía descomprimir sin problemas, por lo que cada vez que me sumergía, trataba de superar la profundidad anterior, no sólo para superar la marca en metros, sino que para encontrar las piezas gigantes que nos habían prometido.
Para llegar a la mayor profundidad, tuve que sumergirse más al norte del muelle, y a una distancia de unos 10 metros aproximadamente, ya que las rocas colocadas para ganar terreno al mar, estaban formando una columna inclinada, de acuerdo a la longitud de la cuerda de la boya, alcancé en varias oportunidades los 20 metros, no era difícil llegar al fondo, la lucha era el ascenso a la superficie, que parecía que nunca llegaba, en esa parte más expuesta, el agua no era tan cristalina, y las partículas en suspensión dificultaban la llegada de la luz al fondo, por lo que el era bastante oscuro y carente de flora.
Como las piezas prometidas faltaron a la cita, decidí volver al costado por donde habíamos iniciado la inmersión, ahí empecé a seleccionar de las piezas que había, la técnica era dar el “golpe de riñón” y sumergirme en forma perpendicular en el costado de uno de los pilares del muelle de madera con el fusil hacia el fondo, los peces me observaban como paralizados, cuando el tamaño de uno de ellos era interesante, le apuntaba de cerca, le disparaba, y pieza cazada.
Cansado ya por tantas inmersiones con exigencia, y con las capturas suficientes para la comida (5 Garopas, 2 Badage, 1 Roballo), dí por terminada la buceada.
A la mañana siguiente el viento era más calmo, algunos de los nuestros fueron a reconocer en embarcación la isla al sur “Santana de Fora”, pero sin éxito, ya que había mucho oleaje y no se daban las condiciones para bucear, los que nos quedamos cruzamos caminando hasta la isla contigua a la península, que está a unos 50 metros, y nos metimos a bucear contra la misma sin fusil, reconociendo la zona, no encontramos peces, lo que sí sentíamos era como si se quebraran huesos al lado de nuestros oídos, un ruido infernal, se trataba de langostas, que estaban metidas entre las rocas apiladas alrededor de esta isla-península, igualmente estuve sumergiéndome hasta unos 6 metros, para reconocer la zona.
A la tarde realizamos una segunda inmersión en el puerto, con menos ansiedad porque ya conocía el lugar, y porque estaba un poco cansado, ya que me había metido un rato en un picado de fútbol en la playa, esta vez no me llamaban Tupamaro, sino “Gringo”, cuando me metí en el agua ya era una hora bastante avanzada de la tarde, por lo que a pesar de cristalinidad del agua, estaba bastante oscuro, me dediqué a exigirme en apnea para recorrer las partes más profundas en busca de peces mayores o algo nuevo, la profundidad alcanzada rondaba siempre en los 20 metros, me empecé a sentir cansado, pero seguí exigiéndome, sobrepasando el límite, con lo que en uno de los retornos a la superficie, sentí que se me habían terminado las fuerzas para seguir pataleando, y no llegaba nunca, resignado empecé a pensar en lo que iba a pasar con mi familia después de morir, me vino la imagen de mi madre sufriendo, me dí cuenta que no tenía derecho a hacerle esto, entonces saqué fuerzas, y finalmente llegué, respiré profundamente, y me quede un rato mirando al cielo, agradeciendo a Dios por la nueva oportunidad de vida, y a mi madre por haberme dado tanto amor. Después de descansar un rato, me dediqué a hacer algunas capturas para la cocina, a menor profundidad (3 Garopas y 1 Roballo ), mi compañero ya hacía rato se había ido, entonces terminé la jornada, descansé un poco, y cuando llegué al campamento ya había caído la noche.
Los dos días siguientes nos dedicamos a explorar sin mayores exigencias, las zonas de las Islas de Imbituba, allí lo peculiar era que estaba lleno de langostas, muy astutas porque se escondían entre las rocas, por lo que no se las podía llegar a atrapar, ni bien nos acercábamos, ellas se escabullían. No olvido jamás el ruido que producían sus articulaciones, que el medio acuático aumentaba, y era como si me estuvieran partiendo huesos al lado del oído.

El 13/1 volvimos al Puerto Imbituba a primera hora de la tarde, resultando una inmersión muy especial, ya que todo estaba más iluminado, la visibilidad era muy buena, empecé a realizar inmerciones en un lugar donde la profundidad era menor, y tuve dos experiencias inolvidables, venía volviendo a la superficie después de explorar el fondo a unos 12 metros, cuando ví hacia un costado y 3 metros más abajo, un Pulpo color naranja tirando a rojo, cuyo largo de la cabeza al extremo de sus tentáculos era de unos 80 cm, a pesar de estar con las reservas de óxigeno casi agotadas, no quise perder la oportunidad, paré y empecé a perseguirlo, cuando ya estaba cerca, vi que iba derecho a meterse en una pequeña grieta entre las rocas, no dudé y le disparé cuando se estaba metiendo, quedaron la mitad de sus tentáculos afuera con el arpón hundido, tiré del arpon y estaba firme, sin más tiempo volví a la superficie, pero apenas pude sacar la punta del snorkel para aspirar aire, cinco centímetros más y hubiera tenido que soltar el fusil, el hilo seguía firme, mi corazón palpitaba, la adrenalina volaba, 10 metros me separaban del trofeo, 80 cm era el largo del hilo del fusil, pero gracias al largo del arpon, del fusil, y de mi brazo completaba la distancia, respiré 30 veces, y me sumergí en busca de la gloria, cuando llegue al fondo, todo estaba igual, apoyé mis patas en la roca y empecé a tirar del arpón para sacarlo, si hubiera tenido un “gancho” hubiera sido más facil, seguí tirando sin éxito, hasta que se desprendió el arpon, y el pulpo se escabulló. Subí a la superficie y volví reiteradamente para ver si lo volvía a encontrar, pero no apareció más. La segunda expeciencia fue pocos minutos después, volviendo a la superficie, cuando estaba a unos 6 metros de profundidad ví a mi derecha que se desplazaba algo inmenso, de cómo 30 cm de ancho y más de 150 cm de largo, como ya había sombra en ese lugar, no pude distinguir sus extremidades, quizás venía hacia mí y al detectarme estaba dando la vuelta, en un acto de total inconciencia, y a puro impulso, no dudé en tirarle, por suerte sin resultados, porque si le hibiera penetrado el arpón, lo hubiera perdido, y probablemente me hubiera llevado también el fusil sin darme tiempo para cortar la cuerda.
Finalmente pude capturar un pez que no pude clasificar, así que luego anoté en mi pequeña bitácora “Pez Raro de 2 kilos aprox.”.
Anécdota Inolvidable.
Desde el principio, cuando decíamos que éramos uruguayos, contestaban Ah ¡ Tupamaros !, y por infantilismo, o impresionar a la gurisas del lugar, me había dibujado un tatauaje en el hombro, la estrella del MLN con la T en el centro.
Nos invitaron a ir una noche a un centro bailable que quedaba hacia el sur en Itapirubá, salimos en el Jeep, pasamos por el pueblo, y después tomamos un camino que moría en la playa, y de ahí continuamos por ella hasta llegar al lugar, una construcción grande de madera, a cuatro aguas, lleno de jóvenes, música, luces, bebidas..., tanta era la gente que para movernos teníamos que pedir permiso, llegamos al centro del salon donde estaba la barra, conseguir una bebida “espirituosa” , en la medida que nos iban sirviendo, nos retirábamos de la barra para recorrer el lugar, la delantera la habían tomado Juan y Alberto, en determinado momento se siente unos gritos y veo un amontonamiento que partía del lugar donde estaban ellos, era tanta gente apiñada que cuando pude llegar a la puerta me dijo otro compañero que Juan había tenido un incidente, una fricción quizás provocada por la bebida, y salieron a pelear afuera, a pesar de que él era cinturón negro de Karate, tuve la intuición que esto iba a terminar muy mal, cuando salgo veo un montón de gente alrededor de los involucrados, que estaban discutiendo y pechándose, entonces tuve un impulso, corrí hacia ellos y me metí en el medio, y le dije al Brasilero “Somos Tupamaros !!”, inmediatamente dió un paso hacia atrás y me dijo “Disculpa...., Disculpa..,tudo bem, tudo bem !!” Nos juntamos y emprendimos la retirada, ahí quedaron mirándonos como nos íbamos más de 40 personas, el hecho no había sido furtuito, los lugareños nos tenían fichados, y con bronca porque pensaban que les estabamos invadiendo territorio femenino, fuimos al pueblo y nos quedamos tomando algo, al volver al campamento, nos contaron que los muchachos habían ido a buscarnos, y como no nos encontraron, cortaron las riendas de la carpa, luego no pasó más nada.
Recorridas.
En busca de algo distinto, empezamos a recorrer lugares aledaños, guiados por una lugareña, nos llevó a una zona de rocas, donde había una en forma de cubo, de unos 5 metros de lado, que era uno de los desafíos del lugar, ya que estaba apoyada en los bordes en tres o cuatro puntas de rocas que emergían de la arena, por lo que el agua circulaba por debajo de ella, ahuecando la arena, dejándola separada del fondo entre 60 y 70 cm., como había bajante se podía ver por debajo de ella, y para demostrar el valor, lo que se estilaba era pasar arrastrado, como las ranas, de lado a lado, casi todos los hicimos, era una cuestión de honor y valentía, no tuve más remedio que hacerlo por orgullo, realmente era como que me sentía asfixiado, y con el miedo de que subiera en ese momento la marea, o una ola inundara el lugar, o que en definitiva la inmensa roca me aplastara !!
En una segunda recorrida nos dirigimos hacia el norte a conocer las playas, siempre paralelos a la costa, finalmente encontramos un acceso hacia una playa entre los morros cubiertos totalmente de vegetación, que morían verticalmente en la misma, y pudimos llegar con el Jeep, estaba vacía, todo el entorno era “virgen”, “puro”, sin la huella destructora del hombre, para seguir hacia la siguiente, tuvimos que hacerlo por el agua, ya que los morros la cercaban totalmente, al pasar a la siguiente nos encontramos con el mismo panorama, pero no tenía ningún acceso, ya que estaba totalmente cercada por los morros, parecía que habíamos llegado a un paraíso, algo así como el de la vieja serial de TV la Isla de Guilligan.
De regreso tomamos otro camino, y en un cruce había un vehículo para y varias personas paradas, como su hubiera habido un accidente, paramos, y la gente nos alertaba a gritos que no entendíamos bien al principio, de que había una Cobra, que aparte de su natural peligrosidad, los lugareños le adjudicaban otros poderes......., nos bajamos a observar guardando distancia, la misma estaba enrollada en un matorral en posición amenazante, entonces sin pensarlo mucho, saqué el fusil Lasnier 100 del Jeep, me acerqué, y de un certero y seguro disparo le atravesé la cabeza, la gente quedó asombrada, los mayores mudos, los niños gritaban, agarré el arpón de la parte de atrás, dejé que la Cobra quedara contra la aleta de retención de la punta, y lo apoyamos en la puerta trasera, con el bicho colgando hacia fuera y la ventana levantada, retomamos el recorrido hacia un pueblito cercano, los más jóvenes nos seguían corriendo metros atrás, cuando llegamos al poblado, la gente quedaba paralizada viendo como llevábamos abatida esa bestia tan temida, realmente nos sentíamos admirados, respetados, ya éramos héroes.
Llegó el inicio de la retirada, nos dirigimos hacia la Isla Florianópolis, para encontrarnos con el grupo de Turcatti y Machado, llegamos a la Isla, cruzamos el viejo puente, y llegamos a la ciudad, seguimos camino pero nos perdidos en la noche, ya que los lugareños eran muy amables, pero nunca sabían nada, o nos mandaban en direcciones equivocadas, así fue que tomamos un camino que nos llevó a una playa, no había alumbrado, era de madrugada, y decidimos quedarnos ahí, dormimos a la intemperie, y cuando despertamos, descubrimos que estábamos en un pueblito de pescadores ubicado en el lado este de la Isla. Por el estilo de las construcciones, parecía que estábamos en la Polinesia, alrededor nuestro la playa estaba cubierta de redes y demás herramientas de pescadores. Después de recorrer los alrededores, tomamos camino hacia la zona de la Lagoa, donde nos encontramos con el resto de los muchachos, y ya caída la noche, nos fuimos a dormir a un hotel del centro, increíble después de casi dos semanas volver a dormir en una cama !!!. Al día siguiente salimos a recorrer la ciudad, e iniciamos el retorno definitivo, pero por un camino distinto por la ruta de las sierras, por lo que tuvimos que ir primero hacia el norte, para tomar al oeste la carretera que conduce a Lage.
En el camino por las montañas duró unos dos días, tuvimos muchas anécdotas que en otra oportunidad detallaré, y finalmente gracias a la ayuda de Dios pudimos sortear todo ese cerpenteo al borde de precipicios, alternando buen tiempo con lluvias intensas, como así también el ambiente montañes que nos observaba con mucha desconfianza.
Despues de volver a la costa y entrar a Porto Alegre, el viaje perdió su encanto, y se convirtió en monótono hasta llegar a Montevideo.
- Conclusión.
Esta experiencia pasó a ser mi aventura más rica, por las anécdotas, las vivencias positivas, la amistad del grupo, las inmersiones a mucha profundidad, la pesca submarina, era el viaje que hacía mucho tiempo soñaba realizar....
- Cierre de la preparación.
Ante la falta de apoyo económico de la Comisión de Educación Física, y a que el panorama de que los que estábamos dispuestos a solventarnos la asistencia, no alcanzábamos a conformar un equipo con entrenador, no pudimos asistir a la competencia.
- Balance positivo.
Toda la etapa de preparación la encaré con mucho entusiasmo, compañerismo, y disciplina. Fuí el que más participó, "cero falta", acumulé conocimientos, experiencia, muy buena forma física, madurez, confianza, y auto-estima, por lo que la no ida al Sudamericano no me provocó ninguna frustración, cerrandose una etapa de cambios, que redundó en un crecimiento personal.